martes, 13 de febrero de 2007

Desvarío

Para ojos que sepan ver:


El otro día, al salir del trabajo, mi compañera se encontró una de esas monedas que llaman “de la suerte” (realmente es una suerte conseguir dinero sin esfuerzo). Era una moneda pequeña y dorada que destacaba sobre el asfalto como si estuviera pidiendo a gritos que la encontraran.

Imagino que la gente no va por ahí tirando el dinero sólo porque tenga muchas piezas repetidas. Tampoco se las pone anónimamente en suelo público para que puedan llegar a gente necesitada, cosa, por otro lado, sin sentido, porque, como todo el mundo sabe, las monedas encontradas en el suelo son monedas de la suerte y, como tales, ya no pueden ser usadas.

Si no se las tira ni se las coloca en la calle a propósito, entonces no hay duda: las monedas de la suerte simplemente caen. Caen de bolsos, bolsillos, monederos o manos sin que intervenga voluntad humana. Es la fuerza de la gravedad, ya se sabe. El dilema es que la gravedad no actúa al azar, actúa siempre y sin embargo no todas las monedas del mundo están por los suelos, ¿por qué?. Porque nosotros las retenemos, las necesitamos, no queremos que desaparezcan de nuestro poder hasta conseguir otra cosa a cambio, y, por lo general, uno no suele descuidarse con aquello que quiere. Pero admitámoslo, a pesar de esa lógica, hay gente despistada en el mundo que olvida lo que llevaba encima y esa es la única razón posible a la existencia de monedas de la suerte...

También hay una razón imposible: que esas monedas sean arrastradas en la gravedad por intervención de una voluntad distinta a la humana. ¿Voluntad divina?, difícilmente. Quiero imaginar que Ésta tendría mejor cosa que hacer que trucos de magia que no servirían para fines altruistas. Así que, la única intervención lógica es la de la voluntad de la propia moneda. Si bien se piensa, ¿qué otra posibilidad tendría ella de permanecer siempre en el mismo lugar y la misma compañía, sin la condena eterna de pasar de mano en mano?. Tal vez busque la estabilidad y el calor al cobrar conciencia, y no vamos a decir que no la tiene, si sabemos que muchas de ellas son capaces de provocar reacción en los humanos.

En algún momento, una pequeña moneda dorada, podría así, calladamente, intentar escapar a su destino, y conseguirlo.

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